Barcelona es proclamada antitaurina. Las personas que gustan de ese bochornoso espectáculo deciden recoger firmas para defenderlo. Otros taurinos opinan que es un hecho "antiespañolista".
Lo cierto es que el sufrimiento innecesario de un ser vivo, para regocijo de no se qué tipo de personas, en pleno siglo XXI no es justificable ni con firmas, ni con frases hechas, ni con sentimiento patriótico alguno. Aquí el que padece es el toro. El único que debe opinar es el toro. Y señores, no hay mas que mirarlo a los ojos, ahogándose en su sangre, para saber que preferiría estar en otro lado, quizá en un mundo menos cruel y más civilizado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de abril de 2004