Amar al límite es la primera película estadounidense de un director alemán, Peter Sehr, que hasta entonces había rodado esporádicamente sólo tres películas durante la década de los años noventa, ninguna estrenada en España. Aquí la droga no es ninguna sustancia, sino el obsesivo enganche amoroso, el que siente una atractiva bióloga (Ayanna) por un maleante de poca monta (Adrien Brody: es ésta una película anterior a su consagración internacional con El pianista, de Roman Polanski) que se dedica a desplumar incautos con el viejo timo del sexo fácil: cuando la presa en cuestión está con una atractiva señorita (en realidad, una compinche), Brody entra con su colega, vestidos ambos de policías, y a cambio de una sustancial "propina" deja libre al cuitado ciudadano. Es decir, que estamos ante una de esas historias que pasan por encima de convenciones y de expectativas, para centrar su interés en un micro-mundo concreto, sofocante y cerrado: el de la pasión.
AMAR AL LÍMITE
Dirección: Peter Sehr. Intérpretes: Adrien Brody, Charlotte Ayanna, Pam Grier, Jon Seda, August Diehl. Género: drama criminal, EE UU, 2001. Duración: 99 minutos.
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Pero como pasa casi siempre en este tipo de historias, hay también algunos golpes ocultos. Retrato en primera persona del pícaro a quien Brody da cuerpo, el filme se detiene en algunas de las extrañas filias del personaje (tiene una suerte de doble vida, como coleccionista de primeras ediciones de libros y como eventual novelista secreto), que permiten que el respetable se pregunte por esa misteriosa "otra vida", que entienda que está ante un personaje complejo y nada estereotipado. Y desde ahí, lo que interesará a Sehr serán mucho más los peajes que todo amor desatinado y excesivo debe pagar que la mecánica de los timos. Y más aún, la narración de una implacable venganza de la que ambos amantes serán, a la vez, partes y víctimas.
Amar al límite se muestra finalmente como la descarnada radiografía de una pésima educación sentimental, la del personaje que interpreta Brody, en la que se dan la mano el orfanato y la mística machista del no compromiso amoroso, más que un retrato de los dos amantes. Con una fotografía sucia, unos ambientes de malsana eficacia y unos actores excelentemente dirigidos, Sehr termina mostrando los terribles mecanismos de los celos, la traición y la pérdida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de abril de 2004