La Religión como acto o actitud docente, no puede ser asignatura evaluable en expedientes académicos. Por ser la Religión vital actitud libre, exige clima de plena libertad personal que implica: información, testimonio y respeto adecuados a la posibilidad de libre elección. Extremos que, donde cobran contenido es en la familia, los ambientes y la comunidad en las que se vivencia la fe de los individuos. La institución pública de enseñanza no es el ámbito apropiado para esos factores implicados por sus exigencias de obligatoriedad didáctica y de la pluralidad de opciones religiosas. Sobre todo con relación a las conciencias infantiles y adolescentes, se debe extremar el respeto a la potenciación de una opción personal completamente libre.
Si acudimos al Evangelio, encontraremos a Jesús, tratando con amorosa delicadeza a los niños, pero en ningún momento considerándolos como objeto directo de adoctrinamiento. Toda su estrategia apostólica iba dirigida a los adultos cuyo testimonio repercutiría, por testimonio y mimetismo, en atractivo social: Aquel "¡Miradlos como se aman!". En el aspecto cultural e histórico, sí es necesario no silenciar la repercusión del hecho religioso en el proceso de las relaciones humanas. Pero para ello están otras asignaturas como la Filosofía y la Historia. Por ello, deberían ser los obispos quienes más se opusieran a que la Religión fuera considerada e impuesta como una asignatura evaluable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de abril de 2004