Los vecinos de Santa Olalla del Cala (Huelva) no se explican lo que ayer pudo pasar por la cabeza de Zacarías G. G. Este hombre tenía un carácter fuerte, incluso antipático. Y casi no tenía amigos, según los vecinos. Pero nadie en el pueblo podía suponer lo que iba a ocurrir a las 10.20 de ayer. Zacarías G. G., de 63 años, ex guardia civil, irrumpió con los ojos desencajados en el bar La Esquinita, donde acudía casi todos los días a desayunar, y la emprendió a tiros contra todos los que encontró en el establecimiento, dos mujeres y un hombre. Mató a una de las mujeres e hirió de gravedad a las otras dos personas. Los comentarios sobre los posibles motivos de la tragedia se dispararon por la localidad, de unos 2.500 habitantes, ubicada en la Sierra de Huelva. Las causas se desconocen. El hombre fue detenido por agentes de la Guardia Civil a los pocos minutos de cometer el crimen.
Zacarías G. G., casado y con dos hijas, llegó a Santa Olalla del Cala hace 20 años desde la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla. En 1994 pasó a la reserva y se dedicó a trabajar como cobrador de una compañía de seguros. Mantuvo su pistola, que estaba legalizada a su nombre, según la Subdelegación del Gobierno en Huelva.
Persecución a la carrera
Según el relato de los vecinos, Zacarías entró en el bar y disparó a bocajarro contra Araceli N. H., quien murió al instante. La cuñada de la víctima, Francisca T. R., propietaria del establecimiento, comenzó a pedir auxilio, aterrada, y Zacarías le pegó un tiro que le entró por la mejilla. La mujer, herida, se refugió debajo de la barra del bar. El único cliente que había en ese momento, Carlos R. G., propietario de una carnicería, aprovechó para huir, pero Zacarías lo persiguió a la carrera por la avenida de la Marina Española, la calle principal, hasta que le dio alcance a unos 50 metros del bar y le soltó otro disparo. La víctima quedó tendida sobre el asfalto. El agresor regresó entonces en busca de Francisca, observó que la mujer se había refugiado en un supermercado y entró en el establecimiento al grito de "dejadme, que voy a matarla". Francisca se escondió en el servicio.
Zacarías comenzó a caminar por la carretera N-630, donde lo detuvo la Guardia Civil a las 10.55. Antes, el alcalde, el socialista Pedro Cordero, ordenó que cerraran a cal y canto las puertas del colegio, del instituto y de los comercios. La Policía Local recomendó a todos los vecinos que se refugiaran en sus casas. La orden del alcalde se mantuvo durante una media hora.
Francisca fue atendida de sus heridas en el centro de salud del pueblo. A Carlos lo trasladaron en helicóptero al hospital Virgen Macarena, de Sevilla, en estado muy grave.
El agresor estaba considerado como un buen amigo de Araceli, la víctima mortal. Pero ningún vecino sabía explicar los hechos. "Este hombre era un cliente habitual de ese bar y esta mañana se le han cruzado los cables. No era una persona violenta, porque eso nos habría puesto en guardia. Simplemente era uno más del pueblo", concluyó el alcalde.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de abril de 2004