Hace ya algunos años que Jaume Sisa dejó el asilo de ancianos en el que se había recluido voluntariamente cuando Ricardo Solfa emigró a Madrid buscando el reconocimiento profesional que no encontraba en esta orilla del Mediterráneo. Y Sisa, fuera del asilo, decidió regresar a los escenarios.
Una historia que ya es historia y que le llevó a una búsqueda desaforada de la personalidad perdida. Sisa, ya Sisa otra vez, fue dando palos de ciego con resultados desiguales hasta darse cuenta de que ni un buen puñado de instrumentistas arropándole ni los flirteos con la electrónica servían para potenciar aquella personalidad galáctica que se había ganado a pulso en los aledaños del viejo Zeleste. Así que decidió regresar al pasado por la vía directa, volver a lo básico y encontrarse con sus raíces o, probablemente, encontrarse a sí mismo en su propia soledad. Una vez ahí el resto le debe de haber resultado fácil: sólo era necesario coger la guitarra, meter en el macuto un puñado de poemas y canciones desordenadas y disparatadas y saltar al escenario sin prejuicios ni complejos para volver a ser Sisa y reencontrarse con un público que llevaba muchos años esperándole.
Sisa
Jazzroom. Barcelona, 23 de abril.
Ensisa't, el espectáculo con el que se presentó en Jazzroom, es exactamente eso: Sisa haciendo de Sisa y abriendo su mundo interno en la corta distancia de un club. Micrófono amarrado a la cabeza, guitarra en las manos y un atril con un desorden de textos en un lateral. Suficiente. Cualquier otro elemento escénico hubiera sobrado impidiendo, probablemente, que se creara la magia que atrapó, ya desde la aparentemente improvisada prueba de sonido que abrió el primer recital de los tres previstos, a un público dispuesto a dejarse atrapar desde el primer momento.
La antigua Cova del Drac no se llenó, pero el público se lo pasó en grande con los disparates del histórico galáctico. En realidad, Ensisa't es simplemente un gran disparate y es esa esencia irreal la que le confiera su credibilidad y validez.
El único protagonista mezcló con descaro una militante canción histórica de Boris Vian (nada más y nada menos que Le déserteur cantada en francés) con La primera comunión de Juanito Valderrama. Mundos antagónicos precedidos o seguidos por antagonismos de igual calibre como aquella perla de la prehistoria del rock catalán cuando Pere Quart visionó a su manera un tema de Bob Dylan para Els Tres Tambors (El romançó del fill de vídua, exactamente), un tema de Machín, un homenaje a Pau Riba y diversas canciones de su propio pasado. Todo adobado con poemas de toque tan dadaísta como irreal y un canto y un toque guitarrístico bordeando el cinismo.
En pocas palabras: Sisa, simplemente Sisa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de abril de 2004