El presidente y el vicepresidente llevan varios días preparándose con abogados y con el equipo de Seguridad y Defensa de la Casa Blanca para su cita de hoy con los 10 miembros de la comisión independiente que investiga las acciones y omisiones que precedieron a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. George W. Bush no ha querido comparecer solo ante la comisión porque Dick Cheney conoce mejor las respuestas a las preguntas que les van a hacer y también para evitar posibles contradicciones en las respuestas.
Además, la Casa Blanca ha anunciado que no se grabará la conversación ni se permitirá que se reproduzca su contenido por escrito, porque es "una reunión privada en la que se abordarán informaciones clasificadas". El objetivo es no crear precedentes y subrayar que es un encuentro, no una declaración, en el que Bush no prestará juramento. Según su portavoz, Scott McClellan, "es algo extraordinario el hecho de que un presidente en activo de EE UU se reúna con una comisión creada por el poder legislativo".
Habrá dos personas que tomarán notas: una en nombre de la comisión y otra por parte de la Casa Blanca. El tiempo de la entrevista no será de una hora, como quería el presidente. No hay límites formales, aunque sería extraño que pasara de dos horas. Bush ha reiterado que contestará a todo lo que se le pregunte. Frente a los que afirman que su Gobierno consideró importante pero no urgente la amenaza de Al Qaeda, Bush ya ha dicho que en los ocho meses en los que estuvo en el Despacho Oval antes de los atentados fue sensible a la amenaza y que no hubo ninguna señal concreta que permitiera haber sabido lo que iba a ocurrir. Hasta el momento, una mayoría de estadounidenses cree que se podría haber hecho más para frenar los atentados, pero el 58% sigue pensando que Bush es más de fiar que el demócrata John Kerry para luchar contra el terrorismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de abril de 2004