"Ha sido la decisión más difícil de nuestra vida", la de no regresar a Irak, volver a EE UU y dejar a sus compañeros en el frente. Rachel y Charity Witmer eligieron finalmente abandonar la guerra, después de que su hermana Michelle, gemela de Charity, muriera en Bagdad hace tres semanas.
Su drama, el que viven muchas familias en EE UU, conmocionó al país que recibió con alivio la noticia. Michelle tenía 20 años y, como sus dos hermanas, pertenecía a la Guardia Nacional, una unidad de voluntarios que, de no ser por el despliegue iraquí, nunca la hubiera llevado a la guerra.
El 9 de abril murió en una emboscada mientras patrullaba por un barrio de Bagdad. Charity, que servía en su misma unidad, y Rachel, la mayor, integrada en un batallón médico, acompañaron el cadáver hasta su ciudad natal, Nuevo Berlín (Wisconsin), un suburbio de Milwaukee.
A los pocos días recibieron orden de regresar a Irak por otros cuatro meses. Todavía conmocionadas, las hermanas Witmer pidieron al Pentágono 15 días de plazo para contestar. Las normas del Departamento de Defensa establecen que cuando un soldado muere en combate, los familiares directos que tenga en filas pueden solicitar el traslado a puestos que no sean de combate.
Los padres hicieron todo lo posible por retener a sus hijas y apelaron al Ejército para que no las obligara a volver al frente. "Sólo alguien que ha pasado por algo parecido puede entender el sacrificio que ha hecho esta familia", dijo John Witmer. La historia llenó las portadas de los periódicos.
Pasaron las semanas, se cumplió el plazo y Rachel y Charity pidieron unos días más. Finalmente tomaron su decisión, ante el argumento, entre muchos otros, de que su popularidad podía poner en peligro a sus compañeros. "Han sido unos momentos increíblemente difíciles para todos nosotros", dijeron en un comunicado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de abril de 2004