El pasado 6 de abril, mi hijo de dos años, con secuelas de una varicela, y yo, embarcamos en el vuelo de Spanair 573 BIO-MAD para iniciar nuestras vacaciones de Semana Santa.Una vez acomodados en nuestros asientos, la sobrecargo quiso sa-
ber por qué tenía mi hijo granos en la cara.
Le informé de que había pasado la varicela hacía 12 días y entonces ella me requirió un certificado médico para que el comandante nos permitiera emprender el vuelo.
Mi asombro fue grande ya que en los billetes no especifica nada al respecto, pero sobre todo porque es de todos sabido que una varicela contagia en su estadío inicial.
No hubo manera y tuvimos que desembarcar. A ningún miembro de la tripulación se le ocurrió solicitar la presencia a bordo del facultativo médico del aeropuerto, cuya certificación in situ habría solventado el problema.
El resultado fue una situación en extremo desagradable, un niño llorando, unos pasajeros que no daban crédito y unas vacaciones postergadas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de mayo de 2004