El solemne oficio católico del Gobierno del PP en la catedral de la Almudena en memoria de las víctimas del 11-M -de confesiones diversas y algunas agnósticas o ateas- no dejó de ser un acto de otros tiempos a pesar de la actitud de la familia real. Solamente faltaron unos fraques, algunas peinetas de teja, mantillas y más uniformes. Ignoro si la misa de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat y la bendición de las rosas son una tradición heredada de los Gobiernos de CiU o de los tiempos del franquismo, o si viene de más lejos. Pero ya va siendo hora de que la sociedad catalana empiece a respetar las religiones -todas las religiones- y el conjunto de la ciudadanía de la mejor forma posible: reservando la práctica religiosa al ámbito personal. Algunos consejeros, ausentes en la misa, ya lo aplican a título individual, ¿a qué espera el Gobierno?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de mayo de 2004