En el Teatro de la Maestranza y organizado por La Hispalense, se ha celebrado la III Jornada de Música del ciclo La ópera y la escuela. Claves de interpretación musical y pedagógica. Me parece un acierto y un tema verdaderamente importante porque la música, como todas las artes, debe formar parte de la educación infantil, no ya como una asignatura sino como un asombro, un descubrimiento, un placer que motive la sensibilidad y el interés.
¿Qué le puede asombrar más a un niño, aprender a pintar un sol redondo con rayos alrededor o ver los soles que han pintado diferentes artistas? ¿Aprender una tonadilla con nombres de animales u oír una buena música apropiada para ellos? ¿No se les podría asombrar también con la belleza y el poder de la palabra, con el ritmo y sonido de un verso, la felicidad de la expresión?
Ya sé que es muy fácil decirlo y mucho menos hacerlo, pero estoy segura de que se les debe despertar la curiosidad estética desde pequeños, cuando aún tienen la vista y el oído libres de prejuicios y pueden disfrutar nuevas experiencias que les ensancharán los sentidos y, a la larga, les abrirá las puertas de la afición y el gozo del conocimiento. Además, será siempre un magnífico recurso para el tiempo libre.
En el caso de la ópera destinada a los niños es una expresión estética muy interesante porque les presenta muchas posibilidades artísticas y he podido comprobar lo que les gusta. El Maestranza se llena de escolares callados y atentos a lo que ocurre en escena. No exagero. La primera ópera fue El pequeño deshollinador de Britten, y el coro, formado también por niños, ocupaba la primera fila de butacas. La segunda fue La pequeña flauta mágica, una versión adaptada de La flauta mágica de Mozart. Y la tercera será Hansel y Gretel de Humperdinck. Merece la pena verlos para comprender que les interesa lo que ven y lo que oyen.
Los amantes del artes son personas sensibles, y a todos nos gustaría estar rodeados de personas sensibles al trato, a la belleza, a las desgracias y la violencia, al esfuerzo y a la solidaridad. Pero hay que comenzar desde la infancia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de mayo de 2004