El vecino de arriba me tiene manía y no lo disimula, todo lo contrario. Vivo en un primer piso de una casa de cuatro, y les juro que esta ruidosa pesadilla sin rostro me tiene en vilo noche y día. En realidad no le conozco, pero así, de entrada, me lo imagino masculino, torpe y rudo. Siempre tropezando con los mismos muebles, moviendo mesas, arrastrando sillas y en general muy nervioso. El caso es que me cae fatal. Sus estruendos espaciados, breves y bruscos nunca siguen una lógica convincente a la que uno se pueda acostumbrar. Este siniestro personaje sin escrúpulos, sin imagen pero con mucha vida, también podría ser su vecino. Bien pensado, todos tenemos algún vecino de arriba, enfrente o debajo que nos cae mal, o que simplemente no aguantamos. Aunque seguro que en el fondo...
El vecino de arriba me tiene manía, eso es seguro. Pero me pregunto si quienes vivimos hacinados en ciudades y pueblos, unos encima de otros, enfrente de o junto a tanta gente, en tan poco espacio... Me pregunto si no tendremos todos algo en común que resulte igual de molesto para los demás. En esta sociedad tan agresiva y de consumo rápido, me pregunto si no seremos cada día más egoístas, intolerantes e insolidarios. Maniáticos autistas que en el fondo ni se escuchan, precisamente, por el bullicioso vecino de arriba.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de mayo de 2004