En Las invasiones bárbaras, la película de Dennis Arcand, uno de los personajes quiere comprar heroína y acude a la policía para que le informe sobre posibles vendedores. Con el resultado que era de esperar. En cierto sentido, Santiago Sierra tiene algo de ese personaje, con la diferencia de que a él la policía siempre le dice que sí. Es más, lejos de mostrarse indignada ante sus subversivas pretensiones, la policía no sólo le informa sino que además subvenciona muchas de las dosis que el artista ofrece a los consumidores. La verdad es que Cáceres parecía, por fin, el lugar ideal para que Sierra encontrara el interlocutor que su obra, una y otra vez, reclama sin fortuna: la censura. Efectivamente, la eficacia de un proyecto contestatario se tambalea cuando el destinatario de sus críticas se convierte en su orgulloso patrocinador. Sucedió cuando el Gobierno español seleccionó para la Bienal de Venecia una obra de Sierra que criticaba la política de inmigración de ese mismo Gobierno. Que el pabellón se inaugurara sin problemas fue la mejor demostración de que la pieza era inocua. Cuando una obra corre el peligro de ser algo más que una pulcra reliquia para los ya creyentes, se la censura sin recato. Así lo hicieron en su día la Fundación Miró con Hans Haacke, la Expo de Sevilla con Rogelio López Cuenca y el Reina Sofía con Valcárcel Medina. Santiago Sierra no ha tenido esa suerte. Y la verdad es que la plaza cacereña de Las Veletas era el sitio apropiado: una ciudad conservadora, un barrio medieval protegido por la Unesco y una plaza que reúne un puñado de poderosos símbolos: gobierno militar, iglesia, museo y consulado. Parecía el último lugar para mover conciencias. También lo parecía la pieza: un cubo negro macizo de cuatro metros de lado. Ni por esas. La cosa queda ahí, con todos sus permisos y la muy tolerante admiración de las autoridades ante un minimalismo apenas pervertido por el título escrito en uno de sus lados, una frase que evoca manos sucias, contratos, plusvalías... 586 horas de trabajo. De trabajo inútil, claro. Si hubiera sido útil lo habrían censurado.
586 HORAS DE TRABAJO
Santiago Sierra
Plaza de las Veletas. Cáceres
Hasta el 16 de mayo
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de mayo de 2004