La aparición de Pintia, el vino que Vega Sicilia elabora en Toro, es el último hito en una zona en plena expansión. En 1997 había en la denominación de origen apenas ocho bodegas; dos años después habían aumentado a 12, y en la actualidad ya superan la veintena. Empresas riojanas, de Ribera del Duero, atraídas por el magnífico futuro de sus vinos, están invirtiendo en Toro. Compran viñedo, levantan instalaciones de elaboración, hacen pruebas, sueñan... A base de una maceración prolongada, y el toque de roble nuevo, han transformado los vinos de Toro. Así, donde antes había un rojo encendido, hay hoy una profunda tonalidad violácea; donde el aroma frutal se agotaba en las moras silvestres, ahora se nutre de la savia mineral y el sonoro corazón de la madera; donde el gusto era suavemente goloso, ahora explota, súbito y cálido con los taninos jugosos jugando al sabor frutalmente especiado.
El éxito ha sido fulgurante, ya que hace tan sólo cinco años nadie apostaba por estos tintos entrañables y pletóricos, de gran cuerpo y color, aroma intenso, carnosos y muy tánicos. Las condiciones para convertirse en una DO de gran prestigio están ahí. ¿Un nuevo Priorato? Tal vez, lo cierto es que las características edafológicas de Toro, con tierras de cascajo en la superficie y una capa arcillosa en la profundidad, su gran diferencial térmica noche-día, las abundantes horas de sol, la capacidad de absorber y retener el agua; la salud, en suma, de un viñedo nacido para la gloria, permiten soñar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de mayo de 2004