Respecto a la carta publicada el pasado 3 de mayo en la que se presentaba la prohibición del uso indiscriminado del DDT como causa directa del aumento del número de muertes por malaria, creemos importante hacer unas consideraciones.
La causa principal del incremento del número de casos de malaria en los últimos años se debe a la aparición, con el paso del tiempo, de numerosas resistencias en la especie Plasmodium falciparum frente a los antimaláricos de uso generalizado y no a la prohibición del uso del DDT. Precisamente, coincidiendo con el Día de la Malaria, la OMS y MSF hemos insistido en la necesidad de incrementar la financiación para extender el tratamiento basado en una terapia combinada con artemisinina (TCA), más caro pero mucho más efectivo.
Por otra parte, el mero hecho de la recomendación de no usar el DDT en los países en desarrollo (que no la prohibición, como sí lo está en los países desarrollados) -por sus efectos ambientales, su incorporación en la cadena alimentaria y su capacidad de acumulación en el cuerpo humano, con los riesgos que esto entraña- no cierra la posibilidad a la utilización de otros productos de menor riesgo (deltametrina, permetrina, etc.), con igual eficacia demostrada en su aplicación en programas de control vectorial, enfocados en la reducción de la transmisión de la malaria.
No cabe duda que en muchos casos -especialmente en países con recursos limitados- el decantarse por el DDT u otro producto está más bien condicionado por su coste inmediato que por su eficacia. Pero es un hecho a estas alturas de la historia, y a nadie se le escapa, que si se comparan los costes y los beneficios a medio y largo plazo de una opción alternativa al DDT, ésta aporta de forma significativa mayores beneficios para el conjunto de la salud humana y el
ambiente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de mayo de 2004