Me sorprende sobremanera cada vez que oigo al señor Rajoy y otros miembros de su partido clamando por saber cuál fue la mano negra que convocó a tanta gente en la puerta de las sedes de su partido la noche anterior a las elecciones generales, hecho al que atribuye su derrota.
Puedo decirle que, en mi caso, esa noche me encontraba en casa, solo y resfriado, y con la idea clara de lo que iba a votar desde muchos meses atrás, que, por cierto, no era ni PP ni PSOE. Tenía la tele encendida y escuché cómo el señor Rajoy ilegalizaba dichas manifestaciones "porque yo lo valgo", y no lo dudé un segundo. Tuve que buscar en Internet dónde estaba su sede en Barcelona, me quité el pijama y me vestí, cogí el coche y me fui hacia allá, y fui unos de esos miles de manifestantes ilegales. Orgulloso, para más datos.
Sé que el señor Rajoy, según ha dicho él mismo en alguna ocasión, no lee la prensa, pero me imagino que no me creería si le dijera que no estoy afiliado a ningún partido, que tengo el móvil apagado todo el fin de semana y que salí a la calle simplemente en defensa de mi libertad de expresión.
Me sorprende sobremanera que alguien que aspiraba a ser presidente del Gobierno tenga tan poca capacidad de análisis y de autocrítica. Me sorprende su ceguera ante la evidencia de que
el nombre de la mano negra que les echó del poder es, sencillamente, democracia. Tengo que reconocer, honestamente, que, aparte de sorprenderme y de cara a próximas elecciones..., ¡también me alegra!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 11 de mayo de 2004