La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha alborotado el mercado español de la vivienda con su apreciación de que el crecimiento económico español, en torno al 2,9% en 2004, está amenazado por la posibilidad de "una caída brutal a medio plazo" de los precios de la vivienda. El temor de la OCDE coincide con las advertencias del Banco de España sobre un posible descenso de los precios de la vivienda en España, que, de producirse, comprometería la riqueza financiera de las familias, muy dependiente del valor de los metros cuadrados que poseen.
El riesgo existe y se ha explicado de muchas maneras y por casi todos los economistas del país, al menos desde 1999. Es el famoso pánico al pinchazo de la burbuja. Su fundamento es el elevado endeudamiento de las familias, que podría convertirse en un estrangulamiento económico en caso de una subida rápida de los tipos de interés en Europa o de un empeoramiento brusco del mercado de trabajo. A efectos del crecimiento económico español, cualquiera de los dos acontecimientos parece poco plausible.
La experiencia contradice abiertamente la hipótesis de una "caída brutal" de precios de la vivienda. Que se recuerde, en España no se ha registrado un descenso de precios drástico en los últimos treinta años: cabría decir incluso que ni siquiera han bajado, poco o mucho. La presión demográfica, la entrada de inmigrantes, la consideración del ladrillo como inversión rentable y las compras masivas por parte de extranjeros garantizan un nivel de demanda considerable y no es probable que fallen al mismo tiempo todas las condiciones. La probabilidad mayor debe atribuirse a una desaceleración paulatina de los precios; tan paulatina que puede ser inapreciable a corto plazo.
Sin embargo, el escenario generalmente optimista de crecimiento que dibuja la OCDE (3,4% de crecimiento en los países de la organización) sí que puede matizarse razonablemente en el caso de España con el impacto negativo que pueda tener el atentado del 11-M sobre el turismo y sobre el consumo. Esas consecuencias tienen más visos de probabilidad que el pinchazo brutal de la burbuja inmobiliaria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de mayo de 2004