La posibilidad de que el primer ministro, Tony Blair, presente su dimisión y apoye al ministro del Tesoro, Gordon Brown, como su sucesor en Downing Street, va tomando cada vez más cuerpo. La crisis provocada por las torturas a prisioneros iraquíes quizá haya confirmado la tesis británica de que su Ejército es más civilizado que el norteamericano, pero también ha demostrado que no está libre de pecado y, por encima de todo, que Blair está encadenado sin remedio al presidente de Estados Unidos, George W. Bush y con escaso margen para reaccionar.
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La debilidad de Blair ya no es noticia, pero las especulaciones sobre una posible dimisión rara vez habían parecido tan plausibles. Las crisis se siguen sucediendo una detrás de otra, pero en esta ocasión la diferencia es que el primer ministro paga en casa lo que ocurre en Washington. El Financial Times pedía ayer la destitución o cese del ministro estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, y afirmaba que si Bush "no es capaz de restablecer la reputación de su país, entonces no merece estar en la Casa Blanca".
La crítica del Financial Times, un diario moderado que aceptó la invasión y que constituye uno de los más firmes aliados de Blair, advertía que "los últimos acontecimientos han catapultado la fallida ocupación a una crisis americana y quizás británica".
Atrapado por su alianza, el primer ministro está pagando la explosión de cólera que suscitan en el Reino Unido los abusos en la prisión de Abu Ghraib. Ayer, en el Parlamento, Blair parecía querer criticar a sus aliados, pero el mayor reproche que salió de sus labios fue una condena genérica de cualquier abuso. En una significativa prueba de las tensiones que soporta estos días el Gabinete, el ministro de Exteriores, Jack Straw, sí ha dicho que las torturas de Abu Ghraib le parecen "un abuso bochornoso y asqueroso que no tiene justificación".
David Puttnam, productor de cine y viejo amigo al que Blair hizo lord en 1997, cree que el primer ministro ha de dimitir. "Está en una edad en la que aún puede hacer muchas cosas. Si fuera él, me iría antes de las vacaciones de verano. Su nombre está asociado a Irak y de Irak sólo pueden venir malas noticias", ha dicho. También el ex ministro Robin Cook, siempre contra la guerra pero siempre respetuoso con el primer ministro, le ha invitado a irse. Cook opina que Blair no consigue centrar la atención en su exitosa política nacional y concluye por ello que "llegará un momento en que tiene que preguntarse a sí mismo si puede tener éxito o si esa tarea la tiene que hacer otra persona".
Philip Stephens, el comentarista del Financial Times con más acceso al primer ministro, reconoce esta semana que "al ir a la guerra aceptando la responsabilidad pero sin tener la autoridad, Blair ha roto una de las reglas cardinales de la política". Las evidencias de torturas en Irak "son una catástrofe política para el primer ministro", que ahora "no puede escapar a las consecuencias del comportamiento bestial de algunos soldados de Estados Unidos". "Las opciones de Blair son limitadas y es probable que sea tarde para distanciarse a sí mismo de la Casa Blanca", escribe.
Michael White, editor político de The Guardian, el periódico por excelencia de los laboristas, ha afirmado que Blair ha comunicado a sus próximos que dimitirá si se convierte en una rémora electoral para el Partido Laborista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de mayo de 2004