Estos días Gilberto Gil, ministro de Cultura de Brasil, va a actuar en el Fórum y me gustaría que visitase el Centro de Estudios Brasileños de Barcelona, situado en el paseo de Gràcia, en una casa emblemática, la Casa Ametller.
Este centro de alguna manera difunde la cultura brasileña, pero está en pésimas condiciones: un piso desaliñado y con mobiliario caduco. Un horno en verano en el cual los alumnos aprendemos portugués con cintas de vídeo rayadas, rotuladores extrasecos y auriculares que no funcionan. Los problemas con los horarios y algún profesor hacen que más de uno desista y se vaya tras ver que no está aprendiendo.
El dinero que pagamos los alumnos y la subvención que recibe de Brasil deben de estar en otro sitio, porque allí no se invierte ni un euro, y las reclamaciones deben de estar en ese mismo sitio, porque no sirven para nada.
Me encanta el portugués, admiro la cultura brasileña y me apena que pase esto. Señor ministro de Cultura, debería hacer algo al respecto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de mayo de 2004