Como defensora de los derechos de la mujer, me preocupa el tema de la paridad, que se pretende que sea obligatoria en la nueva ley electoral. Aunque al principio pueda ayudar a que quienes nunca elegirían mujeres tengan que acostumbrarse a tenerlas como iguales o en cargos superiores, a la larga crea dudas en cuanto a la profesionalidad de la mujer.
Si el error lo comete una mujer, se divulga sembrando dudas en cuanto a si está capacitada para el puesto o si ha sido elegida por motivo de cuota. Si lo comete un hombre, se disculpa el lapsus y no se cuestiona su capacitación para el cargo. Las personas, independientemente de su sexo, deben ser elegidas por su valía, sin ninguna otra consideración.
Si en nuestro país las mujeres obtienen licenciaturas universitarias en mayor número que los hombres y ellas aprueban mejor las oposiciones que sus compañeros masculinos, simplemente debido a su mejor preparación y sin ayuda de ninguna ley, no veo el porqué de ese paternalismo de ayuda al más débil que pienso que a la larga puede perjudicarnos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de mayo de 2004