Alrededor de un millón de cubanos, según cálculos oficiales, desfilaron ayer ante la Sección de Intereses de Estados Unidos en el malecón de La Habana, en protesta por las medidas adoptadas recientemente por el presidente norteamericano, George W. Bush, para endurecer el embargo y "acelerar" una "transición democrática" en la isla. Al frente de la masa, vestido de verde oliva y ejerciendo de comandante, Fidel Castro, que aprovechó la ocasión para acusar a Bush de poner su política hacia Cuba en manos de los grupos "mafiosos y terroristas" del exilio de Miami y advertirle de que, antes que ceder a sus presiones, morirá luchando en primera línea de batalla.
"Salve César, los que van a morir te saludan", dijo en tono grandilocuente, al leer un breve mensaje a Bush frente a la misión diplomática norteamericana, por donde pasó la multitud con cartelones con esvásticas, fotomontajes del presidente norteamericano convertido en Hitler e imágenes de presos de Irak torturados por soldados norteamericanos. El líder comunista manifestó que Bush se "ha propuesto intimidar, atemorizar a este país, y finalmente destruir su sistema económico-social y su independencia, y de ser necesario su propia existencia física". Pero estos propósitos, comentó, se estrellarán contra la firmeza de la revolución cubana.
La manifestación de ayer, en la que también participó el ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, y la plana mayor del Ejército, fue una de las mayores que se recuerda en la capital cubana. La vida de la ciudad se paralizó, no hubo trabajo ni clases en las escuelas.
La primera respuesta de las autoridades cubanas a las nuevas restricciones económicas impuestas por la Casa Blanca fue anunciar un grupo de medidas, entre ellas la subida de los precios de los combustibles y de los productos que se comercializan en dólares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de mayo de 2004