Esperando la pronta aprobación de la Constitución europea, me gustaría hacer un par de consideraciones.
Esta futura Carta Magna de todos los europeos debe consagrar una Unión laica, y recoger el respeto y trato iguales a todas las creencias religiosas que en su suelo conviven. La ceremonia multiconfesional que el 1 de mayo ha tenido lugar en Dublín es una buena señal. Todo menos la pretensión del anterior Gobierno del Partido Popular de que constase la herencia cristiana como nexo de unión de la historia y cultura europeos. El afán de imponer y de unir al continente bajo la capa de una religión única es cosa de la Edad Media y de los tiempos del Sacro Imperio Germánico, no del siglo XXI.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de mayo de 2004