La expectación despertada por la comparecencia de Pedro Solbes ante la Comisión de Economía del Congreso estaba fundada en la posible concreción de la agenda de decisiones económicas del Gobierno y su correspondencia con el programa electoral del PSOE. Había un interés añadido por las perturbaciones del entorno económico y financiero internacional, en particular el encarecimiento del petróleo y el endurecimiento monetario en ciernes en todo el mundo.
En el diagnóstico de la situación económica, el vicepresidente se ha limitado a constatar la principal limitación del patrón de crecimiento de nuestra economía: la "evolución decepcionante de la productividad". Sobre los remedios específicos tampoco ha sido muy explícito. Entre las grandes líneas de actuación de su departamento apenas se han identificado decisiones destinadas a la superación de las carencias que en gran medida explican esa pobre productividad: las relativas a las dotaciones para el fortalecimiento del capital tecnológico y humano de nuestra economía. El buen funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, una menor temporalidad en el empleo, la garantía de la libertad económica o el compromiso por una mayor y mejor información del sector público constituyen exigencias necesarias, pero en modo alguno específicas, para transformar ese "modelo de crecimiento extensivo" en uno menos vulnerable a economías menos avanzadas. Sí ha asumido la necesidad de estrechar la importante brecha en investigación e innovación que hoy arrastra la economía española frente a la pobre media de la UE, pero confiando más en los recursos privados que en los públicos.
El ministro se ha explayado más en los propósitos relativos a la Hacienda pública. Destaca la reafirmación del compromiso por la estabilidad presupuestaria y también el buen deseo de que mejoren la racionalidad y la eficiencia del gasto público y la eficacia de la inspección contra el fraude fiscal. Ha pedido tranquilidad a quienes esperaban de forma inmediata una reforma del IRPF en la dirección de su reducción y simplificación de tramos. Hace bien en evaluar previamente los resultados de los cambios anteriores. Hay que esperar que la reforma se plantee y resuelva antes de que concluya esta legislatura, y que al menos proponga la reducción para las rentas medias y bajas de los impuestos sobre el patrimonio y las sucesiones.
Todo apunta a que el área económica no ha asumido la urgencia en la toma de decisiones de otros departamentos. El diagnóstico de la situación económica es el correcto, y saludables los propósitos enunciados, pero escasas por el momento las decisiones que los concreten. No son tiempos para la precipitación, pero tampoco para el exceso contemplativo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de mayo de 2004