La lluvia que cayó ayer sobre Madrid desde prácticamente el comienzo de la ceremonia real obligó a los asistentes a seguir la boda en los bares del centro de la ciudad. El entusiasmo y el alborozo que se respiraba en la plaza de Oriente desde primeras horas de la mañana se convirtió en frustración y en resignación como consecuencia de la lluvia, que deslució el ambiente de fiesta.
Bajo la atenta mirada de los camareros del Café de Oriente, que instalaron en plena calle dos puestos de comida y de bebida ante lo que se auguraba como una gran fiesta, una gran cantidad de personas abandonaron la plaza bajo sus paraguas y entre gestos de decepción.
El reguero de gente que dejaba atrás la plaza resultaba incesante, aunque la mayoría optó por refugiarse en los bares colindantes a seguir por televisión la boda. Así, mientras los establecimientos que permitían tal posibilidad quedaron repletos en pocos minutos, los que carecían de televisión apenas contaban con un par de clientes. En un restaurante asturiano de la calle del Arenal y dotado de un gran televisor, uno de los camareros apuntó que durante la hora y media de la ceremonia "no se ha dado abasto".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de mayo de 2004