Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crítica:

El fracaso de un talento

El comisario suizo Harald Szeemann presenta en Barcelona, dentro del programa del Fórum de las Culturas, una exposición en torno a las grandes utopías. Aquellos sueños de una sociedad perfecta que parecen magníficos y deseables en el plano abstracto, pero que terminan por fracasar cuando se los quiere llevar a la práctica en la realidad.

En la lista de autores que forman parte de la muestra La belleza del fracaso/el fracaso de la belleza, llama la atención la inclusión del nombre de Adolf Hitler (sí, Hitler) y el de Una (sí, Una) Szeemann. Comprobado que el segundo nombre corresponde a la hija del prestigioso comisario suizo Harald Szeemann -que presenta un vídeo sobre la decadencia física de Michael Jackson- buscamos la obra con la que participa el autor del Mein Kampf, que no es otra que una frase de un discurso sobre la cultura que se usó en el programa de mano para la ópera Aida en el Teatro de la Ópera de Viena, en 1938. "Vemos surgir a nuestro alrededor un nuevo linaje. La luz, el aire y el sol nos ofrecen un nuevo ideal. En su belleza corpórea vivimos el renacimiento de un arte nuevo y verdadero. Su salud nos garantiza la coincidencia con nuestra voluntad y nuestra actuación política en otros ámbitos". Y a continuación, la tesis de Szeemann: "Los grandes sueños, las utopías, magníficos en abstracto, terminan por fracasar al intentar materializarlos, pues presuponen una sociedad completamente nueva, ideal, que difícilmente puede existir". No sé qué habrá pensado Thomas Hirschhorn al ver su nombre mezclado con el del hijo del aduanero austriaco, o si Picabia, Duchamp, Tinguely, Gropius, Artaud o Beuys estarán revolviéndose en sus tumbas.

LA BELLEZA DEL FRACASO/EL FRACASO DE LA BELLEZA

Fundació Joan Miró

Parc de Montjuïc. Barcelona

Fórum de las Culturas

Hasta el 24 de octubre

Harald Szeemann llegó a Barcelona para presentar su exposición en la Fundació Miró y de paso a dorar la píldora: "España es el único país del mundo donde se pueden hacer exposiciones de arte contemporáneo". Pelotazo y olé. Le queda todavía la bienal de Sevilla, el próximo mes de septiembre, y seguramente algún bolo más que le encargue Consuelo Ciscar en Valencia. De momento, tenemos en la Miró el montaje de las obras a cargo de su otro vástago, Jérôme Szeemann, y el testimonio decadente de Jacko como ejemplos prácticos de la flexibilidad y misteriosa ambigüedad de esta muestra, por otra parte, fruto de una mente obstinada e idiosincrásica, brillante en aquellos últimos años setenta, pero hoy casi libertina en su descarada atracción por la estetización -o mejor estilización- de un mundo victimizado. Será cosa de la edad.

Aunque no siempre consigue el tono adecuado, la exposición tiene grandes aciertos. Comienza con una sección documental dedicada al anarquismo y al ejemplo catalán para continuar con la utopía de la "obra de arte total", los ideales libertarios de los reformistas suizos de Monte Verità, la arquitectura alpina acristalada de Bruno Taut y los edificios utópicos de Albert Trachsel. La revolución en la plástica de Kandinsky, Malevich, Mondrian, y más tarde Duchamp, Picabia y Artaud desembocan en la llamada "tercera vía" de Beuys (Cosmos und Damian, 1973). En una autorrepresentación grabada en vídeo, el vienés Otto Mühl pasa en pocos minutos de ser un anarquista a convertirse en un fascista; y Hirschhorn ofrece en una espectacular instalación el vómito excremental del "pensamiento rápido" de la hamburguesería americana. Otras sorpresas que recuerdan al gran curator que fue Szeemann son la serie de fotografías de Fischli & Weiss, Una tarde tranquila -bodegones banales puestos al servicio de la física-, las fotografías de Michael Najjar (Embedded) sobre los reporteros de guerra vestidos con uniforme de camuflaje, la instalación de Bruce Nauman World Peace (Received) (1996), la Mesa redonda (1997) de Chen Zhen, el Corpse of art o cadáver artístico de Malevich (2003) de IRWIN, el vídeo de Zhou Xiaohu Beautiful cloud y las piezas de Martin Kippenberger, Thomas Virnich, Lars Siltberg y Sánchez Castillo. En definitiva, la exposición ha de ser valorada como fragmentos de un talento, el de Szeemann, hoy abocado al fracaso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de junio de 2004