Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crítica:JAZZ | Norah Jones

El cálido susurro

El éxito de Come away with me (2002), tan estruendoso -18 millones de discos vendidos- como impredecible, corroboró un nuevo estado de ánimo en la música popular, probablemente nada ajeno al trauma del 11-S y a la congoja ante este mundo incierto. De pronto, una joven de garganta portentosa, fino aire jazzístico y talante introspectivo se imponía a ese vacuo imperio de las camisetas ombligueras, coreografías jadeantes y espasmos discotequeros con los que los ideólogos de la MTV llevaban años castigándonos.

Hasta ahí, nada que objetar. Y, además, convendrá anotarle a esta mujer otro mérito que muchos cronistas le han afanado. La hija de Ravi Shankar dispone ahora del suficiente pedigrí como para haber convertido su nuevo álbum, Feels like home, en un dispendio de colaboraciones apoteósicas, productores rutilantes y demás parafernalia aneja a las "grandes ocasiones". Muy al contrario, este segundo cancionero se intuye tan sincero, consecuente y poco amanerado como su antecesor. Que no es poco.

Norah Jones

Norah Jones (voz, piano, wurlitzer), Adam Levy (guitarras), Kevin Breit (guitarra, slide, mandolina), Lee Alexander (contrabajo), Andrew Borger (batería, cajón), Daru Oda (voz). Palacio de Congresos. Madrid, 7 de junio.

En realidad, las principales carencias hay que seguir imputándolas, por ahora, al apartado del dominio escénico. Todavía retraída y abrumada en su relación con las tablas, Jones arranca parapetada tras su piano, rígida e inexpresiva. Aquel aspecto pálido y sudoroso que lucía en su DVD desde Nueva Orleans no la ha abandonado del todo. Y eso que la noche del lunes encontró motivo de chanza en el móvil con la sintonía de Los Simpson que se le disparó a algún espectador.

A partir de la primera hora, con la vespertina y melancólica Carnival town, Norah comienza a gustarse y deja brotar sin miedo esa voz dulce, sinuosa y abrasadora que le ha reportado mundial reconocimiento. Entre las sorpresas de la velada, algún tema aún inédito (Moon song) y una versión muy razonable de Life is a carnival, el extraordinario medio tiempo que The Band deslizó, tres décadas atrás, en los surcos de su álbum Cahoots. El resto, aquello por lo que el público suspiraba: Creepin' in, Don't know why, Sunrise, I've got to see you again, el Tom Waits sentimental de The long way home... Puede que a esta Handsome Band aún le falte algo de engrase y que por momentos -como en el ridículo bailecito que Daru Oda y Norah se marcaron durante algunos segundos- peque de bisoñez. Pero ese cálido susurro que tantas veces logra expresar su protagonista augura al invento unos cuantos años de gloria.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de junio de 2004