"Que Europa tiene raíces cristianas es un hecho histórico, comprobable y objetivo. No hace falta más que pasear por cualquiera de las capitales o pueblos de nuestro Viejo Continente, o visitar cualquier museo, biblioteca o universidad europea para darse cuenta de ello", afirma don Ignacio López en su carta al director (EL PAÍS 9-6-2004), y estoy totalmente de acuerdo; por eso no entiendo que en una futura Constitución europea, que no dejará de ser un acuerdo de mínimos para unir a gentes muy dispares, tengamos que repetir tan comprobable hecho.
Puestos a anotar raíces históricas europeas, podemos alargar la futura Carta Magna hasta el absurdo, incluyendo por ejemplo una mención al nazismo que ha dejado en Europa las muy comprobables autopistas, el Wolkswagen Bettle o las campañas antitabaco.
Eso, que una Constitución no es un libro de historia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de junio de 2004