El futuro del piano está garantizado gracias a la cantidad de jóvenes valores que se aprestan a continuar y modificar la herencia recibida. El caso de Borís Giltburg, moscovita de 1984, se ajusta más a la imagen de tantos otros miembros de las escuelas de su gran país. Obtuvo, en el último Concurso Internacional Paloma O'Shea de Santander 2002, un triunfo resonante que le valió el segundo gran premio y el premio del público, ya que quedó desierto el máximo galardón. Ahora, como clausura del ciclo La generación ascendente, Borís Giltburg se ha hecho aplaudir en un programa empeñativo en el que los factores musicales se equilibraron con los virtuosistas. La Sonata en Do Mayor, op. 53, de Beethoven es pleno Beethoven, tanto en la formidable arquitectura del allegro inicial, cuanto en la intensa belleza del adagio o la catarata del final. Pedirle a un pianista de veinte abriles la hondura y sosiego de los maestros sería algo bastante inútil, pero importa reconocer que dado el poderío de su técnica mecánica, el cuidado sonoro y el ímpetu, en ocasiones arrebatado, Giltburg tiene el futuro garantizado. Casi podría afirmarse con mayor razón tal supuesto ante la hermosa versión de la Sonata op. 6, nº 1, de Scriabin, si no el último, acaso el más exacerbado seguidor del pianismo romántico.
La generación ascendente
Boris Giltburg, pianista. Obras de Beethoven, Scriabin, Albéniz y Schumann. Escuela Reina Sofía-Fundación BP España. Auditorio Nacional. Madrid, 10 de junio.
En esa maravilla albeniziana que es El Albaicín, resplandeció la claridad del juego, la adecuada asimilación de perspectivas evocadoras a partir de una visión refinadamente poética, quizá por momentos un punto exaltada. Como final, esa serie de páginas geniales de un pianismo namorado, tal podría decir y dijo algún célebre rimador, que conforman el Carnaval, op. 9, de Schumann, tan vario en la forma como complejo en la intención, que Borís Giltburg analizó ante nosotros para transmitir con lucidez la inspiración lírica y la mirada escrutadora del gran romántico alemán. Éxito inmenso y sin reservas que obligaron al concertista a propinas tan rutilantes como la transcripción de Rachmaninov sobre Kreisler. En suma: el gran público, digamos normal, revalidó con calor la decisión del amplio jurado santanderino del XIV Concurso Internacional.
El futuro está en Oriente
Los pianistas veinteañeros de más proyección vienen del lejano Oriente. Lang Lang es la última sensación. Quizás el más completo de todos, el más superdotado por su sólida base técnica y su curiosidad inagotable por muchos ámbitos del repertorio. Pero es la misma generación a la que pertenece Yundi Li, nacido también en 1982 y todo un experto en Chopin y Liszt, que compagina las teclas y su carrera como modelo de publicidad e ídolo de las chicas en Hong Kong.
También en Corea hay temperatura pianística. De allí llegan figuras como Dong-Hyek Lim (Seúl, 1984), que debutará en noviembre en Madrid en el ciclo Jóvenes Intérpretes y que es compatriota de otros dos pianistas que ya demostraron audacia en España como ganador y finalista del concurso Paloma O'Shea en 1998: Yung Wook Yoo y Jong Hwa Park, que se revelaron como dos auténticos virtuosos con conocimiento profundo del instrumento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de junio de 2004