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DON DE GENTES

El pollito Calimero

La decepción de que ningún partido cuente con una para la campaña electoral de estas elecciones europeas ni nadie me traiga tres o cuatro manifiestos por semana para firmar.

VARIOS PARTIDOS me han pedido expresamente, de cara a las inminentes elecciones europeas, que por favor ni se me ocurra a través de mis artículos o mis apariciones públicas apoyar sus candidaturas porque eso les puede restar votos. Que al parecer eso es algo que tienen estudiado los jefes de campaña. Entendámonos, no es que me hayan llamado de Ferraz o de Génova, pero me lo han dejado caer a través de terceros. Y eso duele. Es más, confieso que yo misma, sin que se me cayeran los anillos, he llamado a algún partido u organización para prestarme a firmar algún manifiesto porque hace tiempo que no firmo y estoy como con mono, y en varios sitios, al dar mi nombre, me han dicho que lo sentían pero que en el folio de las firmas ya no les cabían más nombres. Hubo un tiempo, ya remoto, en que me llegaban cinco manifiestos por semana. Ahora: silencio administrativo. De Génova me llegó la indirecta vía Bicoca, que la muy perra no me llama desde hace un huevo, concretamente desde que no fue invitada a la boda, de lo cual parece que me ha hecho a mí responsable. Lo que yo la digo: joé, Bicoca, ni que hubiera hecho yo la lista de invitados. Y de pronto va y me llama para decirme que ni se me ocurra mostrar mi apoyo a la candidatura de Jaime, y luego lo arregla diciéndome que no me lo tome como algo personal, que no he sido la única, que lo mismo le han hecho saber a otros personajes del ámbito sociocultural, como Aída, la mítica concursante de Gran Hermano, porque puede dar una imagen distorsionada de lo que es ser, hoy en día, militante de la derecha civilizada. Te cagas. Como verán, en la lista negra estamos lo más granado. En el PSOE, según fuentes cercanas a Ferraz, están encantados con que no les apoyemos ni Coto Matamoros, ni Poz-zí, ni un largo etcétera de freaks entre los que se encuentra servidora. Eso ha sido mi lema desde siempre: rodearme de los mejores. Y para colmo, yo pensaba: qué inocente, que en Izquierda Unida a mí se me haría un hueco (máxime cuando sus mítines están llenos de artistas y toreros), pero ellos que van de tan comunistas han resultado ser tan puritanos como todos y no nos quieren en su campaña ni a Risitas, ni a la Bruja Lola, ni a mí. Los tres, por cierto, votantes potenciales de la izquierda alternativa. Cada uno, eso sí, con nuestras peculiares características psíquicas (no tengo poderes como la Bruja Lola) y físicas (tengo todos los dientes, al contrario que mi admirado Risitas). Nadie me quiere. Como al pollito Calimero. Y eso que estoy dispuesta a todo, a acabar como Álvarez-Solís, haciéndome nacionalista vasca a fin de que alguien me sobe el lomo. Pero no hay tu tía: en España, a nivel político, se me repudia. Y el caso es que, al primer golpe de vista, como que caigo de puta madre. Al principio, dice mi santo, engaño. Mírame a mí, dice mi santo. Y yo le digo: pos oye, déjame que eres muy libre. Pero él no quiere dejarme porque dice que casarse tres veces es una horterada. La otra mañana, por cierto, engañé a Graham Swift, un escritor inglés del que he leído La luz del día, que me ha encantado. Le presenté en la Feria del Libro y Swift se volvió a Londres con la idea de que yo era una intelectual respetada en mi propio país. Y eso que hubo un momento en que pudo estropearse todo: cuando mi amigo Miguel Munárriz le enseñó a Swift la foto con la que ilustraron mi artículo la semana pasada, en la que servidora salía sonriente debajo de una pamela. Reconozcamos las verdades aunque nos duelan: que un artículo salga ilustrado con una foto de quien lo escribe es el máximo del absurdo. Pero en cierto modo me alivia porque cuando has caído tan bajo sólo puedes ir hacia arriba. Swift, que se estaba tomando una caña antes del acto, miró la foto del periódico y luego me miró a mí como pensando: "De qué coño va esta jodida tía". Lo pensó en inglés y yo lo traduzco literal. A mí los escritores ingleses me dan mucha pena. Porque son blancos como la leche y cuando están tomándose una caña al sol en la Feria se ponen enseguida como cangrejos de río. A mí me dan ganas, de verdad te lo digo, de sacar del bolso la crema de protección 18 y darles un poquillo por la cara y los brazos a los escritores ingleses. En cambio, los escritores españoles... Esos pueden pasar horas bebiendo cañas al sol que no les pasa nada, se ponen negros como zulúes, pero no se queman. Los escritores ingleses tienen más éxito, pero los españoles tienen mucha más melanina. A cada uno lo suyo. A punto estuve el otro día de echarle untarle crema protección a Graham Swift, pero a los escritores ingleses no les gusta ni pizca que les toques, aparte que a mi santo no le gusta que ande untándole crema a escritores ingleses. Es superposesivo. Los escritores ingleses se ponen muy lejos de ti cuando te hablan para guardar las distancias, así que nunca sabes a qué les huele el aliento a los escritores ingleses. Los escritores españoles (sinencambio) se te acercan muchísimo, y por eso sabes que vienen del bar y que han tomado lo menos cuatro cañas y berberechos. Pero a lo que iba; que Swift, quitando dos o tres cosillas, como fue el verme en la foto de mi propio artículo debajo de una pamela o que me sonara el móvil mientras él hablaba de su obra, se quedó (en general) con la idea de que yo era una persona respetable. Y eso mola mazo. Como diría Don Camilo (Sesto).

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 13 de junio de 2004