¿Cuánto tiempo podré aguantar en la capital? Esta pregunta ronda mi cabeza desde hace mucho tiempo. Soy madrileño, un auténtico madrileño, de esos de toda la vida, y amo mi ciudad como si de una madre se tratase, la miro y sonrío, me alejo y lloro... ¡Madrid! ¡Qué ciudad! No conozco a nadie que no se sienta de aquí con sólo pasar una temporada. Es acogedora y hogareña, moderna y variopinta, es... mi ciudad, mi hogar.
Pero estoy triste. No me queda más remedio que irme, abandonar mi hogar y decir adiós a sus calles y a sus gentes, no me puedo quedar... Aun teniendo una licenciatura y buena educación, aun siendo respetuoso y trabajador, no puedo quedarme, no me dejan, dentro de poco mi sueldo no me permitirá comer ni tener un techo bajo el que dormir y tendré que irme a otra ciudad.
Señor Gallardón, se lo suplico, no me obligue a abandonar la tierra donde he nacido, ayúdeme, ayude a los madrileños, jóvenes y ancianos, por favor, dénos un respiro y déjenos vivir. No se piense que le votaré de nuevo, no porque no quiera, sino porque tal vez en las próximas elecciones ya no esté aquí...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de junio de 2004