En la noche electoral del 14 de marzo se hizo famoso el grito "no nos falles", dirigido a José Luis Rodríguez Zapatero, un grito que condensaba las enormes expectativas de cambio que la sociedad española depositó aquel histórico día en las urnas. A las pocas semanas, Zapatero anunciaba el regreso de las tropas de Irak, respondiendo a esas expectativas, y muchos nos sorprendimos alegrándonos de algo que debería ser habitual en democracia: que el presidente del Gobierno haga lo que le piden los ciudadanos, y no al contrario como había sido norma hasta entonces.
Sin embargo, apenas han pasado tres meses y las cosas se complican con decisiones de una gran incoherencia, opuestas a la sensibilidad social que se ha generado estos años: el Gobierno socialista vota a favor de la resolución de la ONU sobre la transferencia de poder en Irak; anuncia el envío de tropas a Afganistán; y, por último, muestra su "apoyo total, satisfacción y entusiasmo" a la candidatura del primer ministro portugués, Durão Barroso, a la presidencia de la Comisión Europea, es decir, al anfitrión de la reunión de las Azores, donde el tristemente célebre trío Bush-Blair-Aznar certificó la invasión de Irak. ¿No es demasiado pronto para que todo empiece a fallar?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de junio de 2004