Todos los días cojo en moto el túnel directo desde el paseo de la Castellana a la carretera de Barcelona (N-II). Se llega a casa mucho antes desde el centro de Madrid. Ahora bien, cada día tengo más miedo de entrar en ese agujero negro. Una gran parte de los vehículos en el túnel circulan, con total impunidad, a velocidades que rondan los 100 kilómetros por hora (y algunos a velocidades superiores).
Esos conductores, imprudentes y temerarios, incluso adelantando por la derecha, parecen dispuestos a provocar un drama estilo túnel del Mont-Blanc en Madrid, ya que nuestro reciente túnel es suficientemente largo (alrededor de 1.700 metros) y profundo (¿sabían que hay siete plantas para subir a pie a la calle?) como para ello. Para más ironía, la velocidad límite oficial es de 50 kilómetros por hora, a todas luces baja e irreal en un túnel de un solo sentido, de dos carriles y tan recto (algo como 70 kilómetros por hora sería más ajustado, y cumplible).
¿Habrá que esperar a las lamentaciones o se van a tomar medidas antes? Esta carta es para el pasivo Ayuntamiento y para esos conductores dementes. Yo, mientras tanto, volveré a tomar María de Molina, a pesar de sus semáforos, porque, en moto, en el túnel, todo lo que acabo de contar asusta de verdad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 30 de junio de 2004