No tengo el gusto de salir a menudo para vivir la noche madrileña, pero me gustaría compartir la vivencia que tuve ayer por la noche, ya que estaba invitado a un preestreno en plena Gran Vía, y al doblar la esquina de Callao, en el soportal de la tienda existente, comprobé la magnífica labor que gente desinteresada prestaba dando alimentos, confeccionados por ellos mismos, a un nutrido grupo de mendigos.
Simplemente trato de agradecer públicamente la brillante labor de esas mujeres.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 30 de junio de 2004