Me cuentan mis parientes getxotarras la ultima hazaña de su alcalde, Inaki Zarraoa, hazaña perpetrada esta vez contra la concejal Gotzone Mora. Y no doy crédito; tanto es así que me tengo que cerciorar leyendo la prensa española por Internet. En efecto, no exageraban nada: resulta que el grupo habitual de fascistas -pues no tienen otro nombre- montan la bronca en el pleno municipal. Gotzone Mora, que será bajita pero nada cobarde, se enfrenta a ellos como ha hecho tantas veces, y Zarraoa manda sacar de malas maneras del pleno... ¡a ella!
Me pregunto qué han hecho los getxotarras para merecer el castigo de semejante alcalde. Comprendo que a Zarraoa le den miedo los fascistas, pues el miedo es humano, pero nadie es alcalde a la fuerza. Así pues, dimita usted señor Zarraoa, si es que aun le queda algo de vergüenza.
En cuanto a Gotzone Mora, que lleva un montón de años viviendo escoltada, el día en que se acabe esta pesadilla, si es que llega, habrá que ponerle un monumento, junto a tantos otros que han plantado cara a ETA y a sus mariachis; y, encima, han tenido que sufrir a alcaldes como el de Getxo, que no tienen ningun pudor en defender a los fascistas, a su secta, a su tribu, antes que a sus ciudadanos, aunque algunos de estos vayan escoltados. El mundo del revés.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de julio de 2004