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Crítica:

Una realidad de cera

El fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto presenta una serie de retratos históricos en los que recrea a personajes del pasado, realizados a partir de estatuas de un museo de cera. La minuciosidad de la recreación, así como la nitidez de la técnica, elevan preguntas sobre la fotografía como documento.

Tomando como modelo fotográfico a las figuras de cera del Museo de Madame Tussaud, de Londres, el artista Hiroshi Sugimoto (Tokio, 1948) ha hecho una serie de retratos, en los que, gracias a una muy compleja y sofisticada técnica, el espectador tiene la inmediata impresión de hallarse ante figuras indiscutiblemente reales. En el caso de la exhibición madrileña, nos encontramos con cuatro ejemplares de tamaño natural que representan a personajes como Shakespeare, Ricardo III o el arzobispo Makarios, una representación suficiente para apreciar lo que piensa y hace Sugimoto con el género del retrato, como antes lo hizo con el del paisaje, natural o urbano.

El retrato individualizado, originado en el mundo clásico grecolatino, alcanzó una fuerza estética progresiva en la época moderna, no sólo como captación precisa de los rasgos fisionómicos del modelo, que pronto, al margen de las pretensiones heráldicas, llegó a ser cualquiera, sino como manifestación, en general, de un arte realista, llegando a convertirse en el siglo XIX en el género más practicado, por lo menos hasta que se impuso la fotografía. Conviene tener en cuenta estos antecedentes para comprender el sofisticado tour de force con que Sugimoto retuerce su significado, ya que parte de modelos de cera inspirados en cuadros, pero dándole un tratamiento fotográfico tan hiperrealista que hace dudar acerca de que los retratados no sean en verdad seres de carne y hueso. De manera que, de un disparo, cuestiona no sólo la verdad de los modelos, sino la de la propia fotografía como documento, quedando de esta manera la identidad humana, el retratar y, por supuesto, el arte como una sucesión de artificios intransitivos, o, si se quiere, como diversas formas lúdicas de manipulación real más que de la realidad.

HIROSHI SUGIMOTO. RETRATOS

Galería Javier López

Manuel González Longoria, 7 Madrid. Hasta el 31 de julio

De estirpe pop, el "mensaje" conceptual de Sugimoto incide, una vez más, con fascinada ambivalencia, en la naturaleza equívoca de nuestro mundo, cuya sustancia no es sino un mero artificio incesantemente renovado, tal y como lo puede poner de manifiesto de forma privilegiada el arte, sea cual sea su intención crítica. No obstante, desde mi punto de vista, más que esta perspectiva conceptual, incesantemente repetida hoy hasta lo angustioso, y que no deja otra clave singular que la identidad del autor como marca registrada, lo que personalmente me interesa de Sugimoto -paisaje y retratos- es esa mácula sensible con que tiñe pictóricamente sus temas, una sutil mácula que transpira esa dura e intensa nitidez muy de estilo japonés, en la que la naturaleza debe ser controlada milimétricamente en pos de la total transparencia, como si fuera siempre un jardín o una máscara.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de julio de 2004