Tras ver un CD con los finalistas entre las propuestas que se presentaron al concurso de proyectos pasa la Plaza de la Encarnación, me ha sorprendido esa moda de textos y dibujos tan trabajados y atractivos como ininteligibles. Lo que sí se comprende es que han estudiado la ciudad a fondo, el clima, los gustos y las costumbres. Hay un proyecto en el que se entiende que incluye tres torres y que está bien, pero el más claro de todos es "Metropol parasol", el que hemos visto en la prensa con fotografías que no hacen justicia a un proyecto muy elaborado, con planos concretos y muy espectacular. Es el proyecto elegido.
El resultado es más o menos discutible, entre otras cosas porque, encerrado entre los edificios colindantes, no parece posible encontrar una perspectiva desde la que se pueda ver completo -un detalle que tuvieron muy en cuenta con el Guggenheim de Bilbao-; pero da gusto ver la presentación del proyecto, con una planta muy bonita, como ameba que invade todo el espacio. Las perspectivas dibujadas son espectaculares; el camino curvo hacia el mirador es como de una gran urbe y se antoja pasearlo; el gran espacio frente a la entrada para descanso o juegos es muy atractivo, aunque se echan de menos algún que otro árbol -nuestro problema de siempre-; el mercado, cubierto y con agujeros en el techo, está perfectamente ordenado; los cortes verticales son estupendos; y el diseño completo que es un juego de curvas agujereadas muy coherente.
A través de una apertura se comunica visualmente el mercado con el museo y con un espacio para actividades culturales como música o flamenco, según indican en el texto del proyecto. Ojalá que esa cultura no moleste a los vecinos en las horas de sueño porque se trata de un espacio abierto.
En los dibujos se contempla también una "vegetación cambiante" colgando de los troncos o pilares de los parasoles que tienen colores desagradables, pero eso, más que un proyecto, es una intención. No sabemos lo que va a salir.
En su conjunto es una forma extraña y moderna que contrasta con las edificaciones de la ciudad y que, a mi parecer, a pesar de estar encerrado en las estrecheces de nuestro urbanismo, si se puede ver bien, ese contraste puede resultar bonito y espectacular.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de julio de 2004