Estupor y vergüenza he sentido esta mañana (domingo, 4 de julio) al leer la nota de EL PAÍS con la reseña de los conciertos programados para hoy en la clausura del Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
Resulta que cuando me dirigía, hacia las doce del mediodía, a escuchar al contratenor hebreo-marroquí Emil Zrihan en el crucero del Hospital Real, leo en dicha nota que "...el público congregado pudo disfrutar de la capacidad de este artista para combinar en su música la improvisación árabe con los ritmos y letras de la liturgia judía unidos a la inspiración flamenca" (sic). Faltaba aún media hora para que yo mismo me convirtiese en parte de ese público, pero su periódico había adivinado mi entusiasmo y gozo por las magníficas interpretaciones que pudimos escuchar en el concierto con, al menos, veinticuatro horas de antelación.
Enhorabuena. Con esas extraordinarias dotes les auguro éxito seguro como echadores de cartas y/o lectores de manos pero, desde luego, esa no es la información que merece el más prestigioso festival de música de Andalucía ni, supongo, el periodismo que EL PAÍS enseña en su influyente escuela.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 8 de julio de 2004