Una decisión más del Gobierno tomada con nocturnidad y alevosía, y lo que es peor, tras un razonamiento tosco y absurdo. No alcanzo a entender la manera de pensar de la ministra de Cultura, que cree que el público vería más cine español si el americano fuese más caro.
¿Tan difícil es asumir que el cine español no gusta? Las películas patrias son, salvo honrosas excepciones, zafias, aburridas y de autor, por lo que sólo éste y sus cortesanos las entienden y aprecian. El cine americano está dedicado a las masas, que son las que mandan, y mientras se siga considerando al cine no como una industria sino como un arte ajeno a las leyes de la oferta y la demanda, nuestros directores no dejarán de ser un sumidero de recursos públicos para realizar largometrajes politizados como sus autores que, además de hacer un mal trabajo, se han ganado la enemistad de una mitad de España que se niega a cederles parte de su presupuesto. Burda la decisión de la ministra, que no es más que la contrapartida por los servicios prestados antes de las elecciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de julio de 2004