Ahora que llegan las fiestas en nuestras ciudades y pueblos es buen momento para reflexionar sobre el fenómeno. ¿Nos hemos parado a pensar en qué consisten en la actualidad las fiestas? A mí personalmente me entristece ver cómo, por decreto gubernamental, las masas se echan a las calles con el solo propósito de beber alcohol y gritar hasta la extenuación. Los programas de fiestas que ofrecen las instituciones rozan el papanatismo y la vulgaridad más absoluta y significa el gasto de millones simplemente para la promoción del embrutecimiento de las masas. Vivimos en una sociedad en la que el hedonismo y el consumo son una identidad visible. Pero, ¿estaríamos dispuestos a sacrificar parte de nuestras fiestas y donar esos millones para fines benéficos? Al fin y al cabo, nosotros no las necesitamos y contribuiríamos a crear un mundo más justo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de julio de 2004