Soy una mujer de 45 años que cuando se apuntó a las filas del paro tenía 37 años. Por mi currículum han pasado gobiernos del PP y del PSOE y durante este tiempo aparte de haber terminado mi licenciatura en Historia, realicé el Curso de Aptitud Pedagógica, cursos de formación del profesorado y de doctorado en la Universidad, conseguí el Diploma en Estudios Ofertas de trabajo. Tengo cursos de informática, valenciano...
He de decir que nuestra coexistencia y convivencia ha sido discreta (menos mal que no necesitaba el trabajo para comer y sacar adelante a mis hijos). Pues bien, ahora que estoy realizando la tesis doctoral, los señores del Servef se han acordado de que existo (la primera vez en ocho años) y el otro día me llamaron para una oferta de trabajo. Consistía en monitora de jardinería de minusválidos psíquicos, eso sí, era imprescindible tener conocimientos en jardinería. De lo de saber cómo cuidar, tratar y educar a personas con una minusvalía psíquica no me dijeron nada, lo que me parece muy fuerte, porque precisamente yo tengo un familiar directo con una minusvalía psíquica.
En fin, la oferta de trabajo no prosperó porque no tenía conocimientos de jardinería. Bueno debe ser que formo parte de ese segmento de la población que constituye el paro estructural y, por lo visto, ese segmento nunca, hagamos lo que hagamos, conseguiremos un trabajo. Lo triste es que somos personas, con familias, con inquietudes y por supuesto con el derecho constitucional a tener un trabajo. Ser mujer y tener 45 años supone pertenecer a una parte de la población en riesgo de caer en la marginalidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de julio de 2004