Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Necrológica:

El hidalgo de los mares de Argüelles

("Esta noche para siempre terminaron mis hazañas, un chamuyo misterioso me acorrala el corazón..."). El pasado sábado, Manolo Marinero puso punto final a su vida. Una nueva baja que añadir, entre tantas y tan tempranas, a aquel grupo de cineastas que a mitades de los sesenta se aglutinaron como "escuela de Argüelles": Carreño, Gómez Redondo, Franco...

El cine americano de los años cuarenta y cincuenta fue su auténtica vida, y en aquellas rancias salas de programa doble disfrutó de todo lo que la realidad le negó, porque la vida real y Manolo caminaron siempre por aceras distintas.

Soñó islas y mares que jamás llegó a visitar, no le fue dado conocer aquellos burdeles de esclavas y sarracenas que tanto soñó y adoró a mujeres como Gene Tierney y tantas otras a las que sólo trató en sus fantasías.

Pero vivió con la hidalguía de John Barrymore ("fatuo como lo fueron los hombres simpáticos de su época"), con la misma nobleza que tenía la mirada de Henry Fonda, con una generosidad similar a la que tuvo John Wayne con James Stewart en Liberty Valance y con un sentido de la amistad tan fuerte que sólo podría haber descrito con palabras José Alfredo Jiménez.

"Nunca más nos embarcaremos con él. ¡Una ronda a su salud!", como escribió él mismo sobre Raoul Walsh.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de julio de 2004