La obra de G. K. Chesterton (1874-1936) fue profundamente admirada por Franz Kafka. Algunas cartas enviadas a un joven poeta en los últimos años de su vida lo demuestran. Sin embargo, a pesar de tan calificada apreciación, los trabajos del escritor británico no gozan de una gran difusión. Quizá porque Chesterton fue un hombre demasiado original para encajar en las categorías tradicionales: no fue un novelista en el sentido estricto del término, pero tampoco sólo un ensayista; fue conservador, sin duda, pero también un vibrante anticapitalista; fue católico, pero heterodoxo. Fue, en definitiva, un espíritu libre.
La publicación de La taberna errante (Acuarela) recupera una novela, de 1914, sorprendentemente actual, una decidida defensa del hombre ordinario, del sentido común, de los lugares comunes (¿qué otra cosa es una taberna?), que estimula la reflexión. La novela es una invitación a la más absurda de las revoluciones: la rebelión para la conservación, para volver a disfrutar de la sencilla belleza de los elementos y de los placeres primarios.
Además, Acuarela ha publicado La taberna errante bajo licencia copyleft, que, a diferencia del copyright, permite la reproducción sin límites del texto, liberándolo. Probablemente, Chesterton estaría de acuerdo con que su taberna errara libremente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de julio de 2004