A la presidenta de la Comunidad de Madrid:
He leído en la prensa que se pretende cambiar el nombre de la estación de metro de Pirámides por el de Jesús Gil o Vicente Calderón. Quiero mostrarle mi más profundo rechazo a cualquiera de las dos opciones.
En primer lugar, el nombre de Pirámides corresponde a la denominación que el saber popular ha dado, desde hace decenios, a los dos obeliscos erigidos en la plaza del mismo nombre, y por tanto, el nombre de la estación de metro es el más tradicional para ese lugar, aquel por el que todos los vecinos del barrio conocen la plaza, e incluso la mayoría de madrileños llama así al barrio que rodea este lugar.
Es lo mismo que ha sucedido durante muchos años con Gran Vía. Por mucho que la estación de metro situada en el cruce de la calle Fuencarral y Montera se llamó sucesivamente Red de San Luis y José Antonio, el pueblo madrileño siempre identificó el lugar como "la Gran Vía" y así hubo de llamarse, al fin, la estación de metro. Cambiar ahora el nombre de Pirámides por el de cualquiera de los dirigentes difuntos del Atlético de Madrid supone tratar de cambiar el saber popular e introducir elementos extraños en la terminología de las calles y barrios de Madrid.
En segundo lugar, no creo que los vecinos que vivimos en torno a Pirámides merezcamos que se nos castigue con tener que recordar, diariamente, a uno de los personajes más deleznables del mundo empresarial, Jesús Gil: condenado por homicidio, estafa, malversación, inhabilitado para cargo público; en fin, todo un ejemplo para las generaciones futuras.
¿Cómo es posible que se pretenda poner su nombre a una de las estaciones de metro más populares de la ciudad? Además de las innumerables molestias que los días de fútbol ocasionan a los vecinos en torno al estadio Vicente Calderón, ¿hemos de aguantar que nos quiten el nombre al barrio y nos obliguen a recordar a un señor tan impresentable? No cometan tamaño error y dejen que Pirámides siga llamándose así, tal y como los madrileños llevan haciéndolo desde el siglo pasado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de julio de 2004