Estaba leyendo los relatos de la Serie Negra editados por EL PAÍS, pero, francamente, los personajes, argumentos, tramas y enredos que está desvelando la comisión de investigación del 11-M superan con creces a la ficción de esta serie.
Desde la despistada esposa que no encuentra los papeles que el CNI entregó a su vanidoso cónyuge hasta el fiscal evanescente que no tiene contacto con el mundo real, pasando por algún comisionado de voz chillona, más enfermizamente cínico que Mr. Ripley, a la matonería chulesca de otro portavoz, émulo desafortunado de Mike Hammer, la evolución de estos episodios me está dejando perpleja.
Es increíble que la intención de desvelar toda la verdad en torno al más cruel atentado de nuestra historia reciente, sufrido además por los que siempre pagamos la factura de las megalomanías de los insensatos de turno, se vea continuamente entorpecida precisamente por los máximos responsables de aquellos terribles días. Y más increíble aún que aparezcan indicios de delito en las más altas esferas.
Pero como los trabajos de la comisión aún no han terminado, sorpresas inéditas nos aguardan, de modo que lo siento, pero Agatha Christie y sus colegas tendrán que esperar días más sosos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de julio de 2004