Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra

Viena acoge obras de Lucio Muñoz y Xavier Mascaró

"La obra de Mascaró también es barroca, pero del siglo XXI".

Cada aposento da cabida a una obra aislada, entre ellas, tres Jardines secretos, que evocan el misterio del sexo femenino, Olé y Sangre española, desmitificaciones de inspiración taurina, o la Estrella de David quemada, descalabrada y sostenida a duras penas por un andamio.

En las salas más austeras del piso superior del palacio, el hijo de Lucio Muñoz (1929-1998), Rodrigo Muñoz Ávila, presentó 31 cuadros de su padre. "Es una selección de todas sus épocas representativas, en las que se puede apreciar su trayectoria como un viaje hacia la luz, desde la tradición de la España negra hasta quitarles capas a la pintura para dejar la madera al desnudo".

Comienza la muestra cronológicamente con el Bodegón gris, de 1953, pasando por composiciones post-cubistas bajo influencia de Paul Klee, por el informalismo que aprendió de contemporáneos parisinos, como Dubuffet, hasta que a partir de 1958 encuentra en la madera el material de trabajo y exploración. Madera quemada, labrada, tallada y enmohecida, técnicas que alcanzan su plenitud en la serie de Tablas, realizadas en sus últimos años de vida. En las paredes se leen algunos de los pensamientos escritos por Lucio Muñoz, que desentrañan su obra.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de julio de 2004