El Encuentro 2004 está ya en su periodo final, sin que decaiga el interés ni se resienta la calidad interpretativa. Todo lo contrario: la gran música de cámara, desde los clásicos vieneses a los modernos Ligeti, Halffter o Marco, se convierte en algo familiar en la que para nada juega el "experimentalismo" por sí mismo. Bien es cierto que los jóvenes intérpretes internacionales y sus maestros tratan con igual dominio y naturalidad a Mozart o Rautavara, Bach, Bartok o Berio, Britten o Montsalvatge, el jovencísimo Strauss y el no menos joven Mahler.
Resplandeció en toda su perfecta belleza el Trío en La menor de Maurice Ravel interpretado con consumada maestría y sensibilidad por Claudia A. Marsan, británica; B. Attenburg, de Alemania, y la pianista coreana Hye-Yon Park. La compañía en el programa de otra obra camerística significativa como es el Sexteto para piano y vientos, de Poulenc (1932-1940), me parece un profundo homenaje a la grandísima creación camerística del siglo XX en el país vecino, la Francia soñada y vivida por tantos autores españoles, desde Arriaga a Rodrigo, pasando por Albéniz, Granados, Falla, Turina, los Nin a los actuales boulezioanos.
Las Tres danzas eslavas, de Dvorak, para piano a cuatro manos, llegaron a todos en la impecable ejecución del italiano Gabriele Badocci (1980) y el húngaro David Ball (1982) que, desde el nacionalismo bohemio, condujeron al programa al dieciochismo hispano del Fandango ensalzado por Bocherini en su quinteto, por Claudio Prieto, García Abril y por Cristóbal Halffter, que lo trasladó, con libre criterio, al octeto de violonchelos, a petición del gran Boris Pergamenschikov, recientemente desaparecido.
Vocación didáctica
Sería justo evocar el cuarteto Recóndita armonía, de Xavier de Montsalvatge, del que también fueron aplaudidas la Sonatina para Yvette o las coloniales Canciones negras, mientras nuestro género peculiar, la zarzuela, quedó ampliamente representada por un grupo de compositores que va desde Barbieri hasta Sorozábal o Moreno Torroba. Es difícil articular un programa de tan radical intencionalidad didáctica como el del Encuentro de música y academia de Santander de no contar con una dirección artística como la del transilvano Peter Csaba en estrecha colaboración con Fabian Panisello, Jaime Martín, García Asensio, Toma Krause, Manuel Cid y la mismísima Paloma O'Shea, feliz por el ascenso irresistible de su obra. No en vano se han incorporado al empeño español centros de la importancia de los conservatorios y escuelas superiores de París, Berlín (Hans Eisler), Orchester Akademie, de Berlín, Royal Academy de Londres, Sibelius de Helsinki, además de los centros e instituciones musicales, culturales y universitarias de Cantabria.
Con los últimos actos, se habla ya del Encuentro 2005, con un nombre en perspectiva -Luigi Bocherini, en el segundo centenario de su muerte- y el Quijote, en su quinto centenario.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de julio de 2004