El señor ministro de Justicia, en unas declaraciones, ha pedido respeto para la Iglesia católica.
Esta institución, además de nuestro respeto, tiene nuestro dinero, dispone de nuestra escuela pública con sus catequistas pagados por nosotros, están libres de impuestos, dueños de gran parte del patrimonio artístico que administran a su capricho recibiendo más dinero por ello.
Tiene firmado un Concordato intocable que está por encima de la Constitución, sus archivos no están sujetos a la Ley de Protección de Datos (intente darse de baja).
Todos estos privilegios están apuntalados en el Proyecto de Constitución Europea en su Artículo 51, que misteriosamente nadie menciona (la trampa está ahí, no sólo en el preámbulo).
A cambio la ciudadanía no católica, ¡que incomprensiblemente existe, aunque nadie la considere!, soporta desplantes, continuas injerencias, actitudes despectivas e insultantes, como la del otro día en la catedral de Santiago, y ¡pagamos por ello!
Señor ministro, es una exigencia de la ciudadanía que, aunque no se atrevan a tocar los privilegios de estos señores, el respeto se lo pida a ellos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de julio de 2004