Así titulaba en 1997 la demógrafa Anna Cabré su lúcido artículo sobre el descenso de la natalidad. Decía: "Resulta que España es hoy el país de menor natalidad del mundo y que la natalidad de Cataluña se encuentra por debajo del nivel medio español" (12 de marzo de 1997).
Parecía una voz que clamaba en el desierto, pues nadie se atrevió a contradecir las reflexiones de esta experta sobre los datos objetivos que el Instituto Nacional de Estadística publica anualmente. Desde otra perspectiva totalmente distinta, un estudio reciente del CSIC revela que la cifra de mujeres que abortan en España ha pasado de 37.000 en 1990 a 70.000 en 2002. La cifra -según indican los medios de comunicación- sigue aumentando en todos los segmentos de edad y, de modo espectacular, entre las jóvenes de 15 a 24 años, que representan un 42% del total. Cataluña es la comunidad con el porcentaje más elevado de abortos entre las menores: un 60% en 2001 frente al 34% de 1990. "¡Que alguien haga algo!", hay que repetir.
La autora del estudio se pregunta sobre las causas de este hecho, y considera que el resultado de su investigación debería ayudar a analizar la situación y buscar posibles soluciones. Hasta aquí, de acuerdo, pero para este viaje no eran necesarias tales alforjas. Son varias las causas -tanto del aumento de embarazos como de abortos entre adolescentes- y las conocemos sobradamente: excesiva información técnica y poca formación e información humana.
En una cultura "tutorizada", repleta de cursos de seguimiento, masters de perfeccionamiento y formación continuada a cargo de la empresa, se echa en falta el acompañamiento en el proceso natural de maduración psico-afectiva-sexual de los adolescentes: se incita a establecer relaciones sexuales a edad temprana, sin que haya compromiso ni intención alguna de fidelidad, y, en consecuencia, se banaliza la sexualidad, reduciéndola a una simple relación epidérmica desprovista de contenido humano.
Evidentemente, estamos de acuerdo en que no es deseable una maternidad en edad escolar: no es el momento idóneo. Pero tampoco es el momento idóneo para tener relaciones sexuales, porque exigen una madurez psico-biológica, afectiva y responsable, todavía no suficientemente desarrollada a esta edad tan temprana.
Proponemos una pedagogía basada en la psicología caracterológica: estrategias para entrenar la voluntad y el esfuerzo. Para poder decidir libremente no basta con conocer las posibles consecuencias de las acciones que vamos a realizar, sino tener la fortaleza para rechazar aquellas acciones que no sean convenientes. Y esto sólo puede lograrse si la inteligencia conoce y la voluntad está entrenada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de julio de 2004