Rasputín ha pasado a la historia como un personaje manipulador y sin escrúpulos al que no le importaban los medios empleados con tal de utilizar el poder en beneficio propio. ¡Qué lejos estaban las autoridades políticas vinculadas al PP de detenerse un momento a pensar en ello!
Al no encontrar nada mejor que hacer en Moscú, se fueron a un club sexual llamado Rasputín.
Pensar que por estos lares defienden los valores cristianos y la familia ¡tradicional! Por un lado nos cuentan eso y por el otro se van de Rodríguez. Más tarde, al ser pillados, nos ofrecen la pueril explicación de que no han sabido diferenciar los gastos públicos de sus vicios privados y nos han intentado colar a los ciudadanos los pagos de sus bajas pasiones.
El broche de oro de otra rasputinada lo ha protagonizado Aznar, a quien no le ha importado adoptar políticas contrarias a la mayoría, contestadas en manifestaciones multitudinarias contra la participación española en la guerra de Irak. Lo que perdió en imagen en los últimos años pensó comprarlo, sin salir del rincón de la historia de su narcisismo.
Comprar una medalla es como aprobar un examen copiando, ¡qué ridículo! También este gasto salía de las arcas del Estado. Por lo caro que nos resultan estos políticos, nos merecemos otros más éticos e imaginativos y menos rasputinos. Demasiados vicios privados, demasiadas desvergüenzas escondidas. ¿Cuál será la próxima rasputinada oculta que descubramos?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de julio de 2004