Como dijo Jorge Luis Borges: "Hoy comienzan las vacaciones". Borges tenía estos arranques, a veces, profundamente humanos, junto a otros momentos profundamente solemnes, y otros profundamente otras cosas. En cualquier caso, estas vacaciones son para mí profundamente especiales, puesto que constituyen mi primer periodo vacacional en la presidencia del Gobierno.
-¿Aún no sabes a dónde vas de vacatas, presidente? -me planteó la vicepresidenta hace unos días, con su estilo franco y tajante.
-A Bondad -respondí, por irritarla un poco.
-¿Y cómo piensas viajar hasta allí? -intentó contenerse, pero el brillo de los ojos delataba su enfado.
-Con el corazón.
A veces la saco de quicio, ya lo sé. Son pequeñas maldades que me permito. Ya que no con la oposición, por lo menos con los ministros.
¿Debo ir a la playa, a la montaña? El viejo debate de las vacaciones del español sencillo se complica en mi caso con una circunstancia añadida: ¿debo posar para los fotógrafos junto a Sonsoles a la orilla del mar? Para muchos españoles y españolas, significaría una profunda decepción. Toda la emotividad volcada en los últimos años contra el aznarismo, todo el esfuerzo político, toda la marea humana que me aupó a La Moncloa... para que el cambio consista finalmente en sustituir a Ana por Sonsoles bajo el pareo a la orilla del mar. Menuda decepción. Decepción lógicamente motivada no por Sonsoles en sí, sino por el hecho: el mismo pareo con distinto collar, yo ya me entiendo.
-¿Tienes ya planes para las vacaciones? -me pregunta Juan Fernando, el ministro de Justicia, desatendiendo un instante su quehacer.
-¿Pero por qué os preocupa tanto?
-No, por nada, por nada -dice, regresando a sus caricaturas.
Por otra parte, la segunda de mis dudas afecta a lo que es, propiamente, el contenido de mis vacaciones, lo que en la calle se suele denominar, con la profunda contundencia del pueblo llano: "A ver qué coños hago". Quiero decir, aparte de la actividad habitual de este tiempo: despertarse, leer la prensa, asumir las críticas de buen grado, puesto que son un estímulo para mejorar, pasear, jugar a baloncesto con las niñas, lesionarse, contar los días que faltan para que se acaben las vacaciones, etcétera.
Entre los papeles que deseo llevarme, siento un cariño especial, y profundo, por una humilde obra mía, a cuya mejora pienso entregarme en estas semanas. La he llamado, provisionalmente, Oración del Buen Talante, y dice así:
"El adversario no es enemigo,
el rival es tu amigo,
no te importe jamás
la camiseta de Figo, lo que cuenta es la amistás".
-Presidente -me interrumpe a través del interfono mi secretaria personal-. El señor ministro de Defensa espera ser recibido.
-No recuerdo que estuviéramos citados.
-Dice que es muy urgente.
Pepe Bono. Lo mismo me pide una medalla por lo bien que va la Operación Salida, y a ver qué hago. ¿Qué significa una visita sorpresa de Pepe Bono en el último minuto antes de partir de vacaciones? Nada bueno.
-Presidente -da Pepe un taconazo marcial, qué hombre tan desconcertante-. No te puedej ir de vacacionej.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de agosto de 2004