Desde aquel fatídico 11 de marzo y los tres días posteriores que conmovieron a España, no se ha dejado de hablar un solo día de las consecuencias del atentado. Todavía hoy su periódico dedica diariamente unas páginas con el título 'Las consecuencias del 11-M, la comisión parlamentaria', en las que se nos informa de cómo unos y otros intervinientes se enzarzan en un juego de acusaciones, alusiones, elusiones y todo tipo de engañifas y tergiversaciones que no hacen sino remover más la porquería y la infamia de aquella mañana trágica.
Conozco a una de las víctimas colaterales, cuyo nombre no viene al caso, pues se trata de uno más entre los cientos de afectados, que no levanta cabeza por más que reciba el ánimo y la ayuda de sus amigos y familiares, pero, desde luego, con tal espectáculo en la comisión de investigación, tanta cobertura mediática, tanta mentira insoportable, ¿cómo van a superar esa terrible soledad, ese tremendo dolor que padecen desde aquel jueves negro? Aún quedan heridos en los hospitales... Flaco favor estamos haciendo a las víctimas del atentado. Me pongo en su lugar y lo único que siento es asco, indignación y rabia. Es un tema que me afecta especialmente, que nos afecta a todos, y, pese a que parezca que lo hemos superado, no es verdad. Todavía queda mucho daño en la memoria de la gente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de agosto de 2004